15.8.17

VIOLA ASALTA EL MUSEO Y EL NUEVO ARTE




Bill Viola ha asimilado las técnicas de representación audiovisual hasta tal nivel que puede competir con la excelencia artística del cuadro pintado y salir victorioso. Sus últimos trabajos cuelgan de las paredes del technomuseo plantado por Ghery en Bilbao resistiendo mejor la mirada del visitante del siglo XXI que la pintura habitual. Viola desafía con las herramientas del cine los limites espacio-temporales de la representación pictórica y lanza al arte a su “rollercoster" vitalista del tiempo presente.
Aquel pariente pobre del cine, el video, tuvo en Bill Viola un primer observador y manipulador y sus progresos conceptuales han ido de la mano del adelanto técnico. Del video borroso al 4K, Viola ha sabido como definir imágenes con gran retórica que se certifican como puro arte con unas claves de "nueva pintura”.  El retro narrativo en el que se ha embarcado, con dobles o triples pantallas, con reflejos en múltiples, con sobre-impresiones sumadas, con muchas técnicas cada vez mas depuradas…le han llevado a crear un nuevo "tempo de arte”,  que se presenta en las grandes salas del Guggenheim como un nuevo hito en la expresión artística.


13.8.17

PATINO, EL DOCUMENTAL SE HIZO CINE





Basilio elevo el documental a rango de gran cine. Y de historia. No hay una cinta mas importante en la historia del transito español que Canciones para después de una guerra. Fue un despertar para unos y una catarsis para todos. Recuerdo las colas, el cine desbordado en su exhibición en Madrid. Durante años- y lo se bien por la imposibilidad de adquirirla para televisión -apenas pudo verse por discrepancias entre los productores. Su visionado resulta obligatorio para las nuevas generaciones. faltas de memoria. Unico y singular, permanecerá Patino…

11.8.17

el desvio español de leonora carrington






OPINIÓN

La locura española de Leonora Carrington

La artista y escritora surrealista cruzó los Pirineos para ayudar a su amante judío Max Ernst y acabó en 1940, atada de pies y manos, en un psiquiátrico en Santander

















El intento de conseguir un salvoconducto para Max Ernst, confinado en un campo de concentración en Francia, llevó a su amante Leonora Carrington a entrar en España recién acabada la guerra civil. En lugar de conseguir liberarlo, fue ella la que acabó encerrada en un sanatorio psiquiátrico de Santander, dirigido por el doctor Luis Morales. De aquella peripecia, más surrealista que la filosofía de sus propios protagonistas, quedó un relato tan real como alucinante escrito por la propia Carrington, que pretendía ser una mera catarsis y acabó publicado como Memorias de abajo. Un texto fundamental en la historia del surrealismo.


Ahora que celebramos el centenario de la artista británica finalmente afincada en México se reconstruye su desvío español, tanto mental como geográfico, en un curso de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en el mismo Santander y en breve en el Hay festival de Segovia.
Leonora y Max Ernst se habían conocido en el restaurante Barcelona de la londinense Beak Street, con Man Ray, Lee Miller y los Eluard. Fueron amantes en Paris, donde André Breton la adoptó como “una de los suyos”, y se fueron a una casita de campo donde ambos produjeron una importante obra, incluido el autorretrato de ella La posada del caballo del alba. El avance nazi sobre Francia destruyó el idilio amoroso y artístico que Carrington y el pintor alemán desarrollaron en la localidad francesa de Saint Martin d'Ardeche. Tras ser arrestado él por segunda vez, una atribulada Carrington viaja en coche a España, vía Andorra, para buscar en Madrid un salida para Ernst.
En las entrevistas que mantuvimos hace una década en su casa de México, Carrington reconocía haber estado afectada por lo que llamaba un “síndrome de guerra”, perturbada, físicamente disminuida, mentalmente debilitada. Pero fueron su salidas de tono político en el Madrid del año cuarenta lo que llevo a las autoridades españoles, con el cónsul británico y con la aquiescencia de su potentado padre a encerrarla primero en un convento y después a trasladarla en coche al norte. Le administran tres veces luminal y una inyección en la espina dorsal: anestesia sistémica. Han vencido su resistencia. La entregan, como un cadáver, al psiquiátrico del doctor Morales, una casa jardín en Valdecilla. Su destino no buscado. Es atada de pies y manos. Medicada con cardiazol, equivalente al electrochoque. Una caída al abismo. Una locura forzada.


Leonora Carrington pintnado 'Unscape at Manzanillo', en 1956.


Medio año duró su encierro español, un episodio del que se negaba a hablar, “porque aún me produce mucho dolor”, según me confesó cuando ya había cumplido los 90. Fue el doctor Pierre Maville quien le aconsejó escribir sobre su cruda experiencia. “No sé cuánto tiempo permanecí atada y desnuda. Yací varios días y noches sobre mis propios excrementos, orina y sudor, torturada por los mosquitos, cuyas picaduras me pusieron un cuerpo horrible: creí que eran los espíritus de todos los españoles aplastados, que me echaban en cara mi internamiento, mi falta de inteligencia y mi sumisión. La magnitud de mi remordimiento hacía soportables sus ataques. No me molestaba demasiado la suciedad”. Terminó manejando la sórdida situación con una inteligencia prodigiosa, convirtiendo el escenario de su encierro en una especie de mapa prodigioso, con sus símbolos y constelaciones que le permitían buscar la salida a su caída en el hondo pozo de la locura.
El de Carrington puede inscribirse entre los casos de mujeres sometidas por haber ejercido su libertad sin límite. Gracias a la escritura —una maldición que salva, en palabras de Clarice Linspector— Carrington exorcizó sus males. En la clínica leyó a Unamuno, hizo horóscopos diarios para el doctor Morales, que acabo prendado de su inteligencia. Con una señorita de compañía abandonó Santander en tren rumbo a Lisboa, con parada en Ávila. “Era Nochevieja. Hacia un frío intenso. Paramos en Ávila, donde nació Santa Teresa. Había un tren largo con muchos vagones cargados de ovejas que balaban de frío. Era espantoso. Los españoles pueden ser atroces con los animales. Recordaré aquella ovejas sufriendo hasta el día que me muera. Era como el infierno.”
Más lúcida de lo que aparentaba, Carrington dio esquinazo a su protectora y en Lisboa se fue en busca del periodista y poeta mexicano Renato Leduc, que hacía funciones de secretario de embajada. Se casaron y dejó de estar a merced de la voluntad de su padre, o de Max Ernst, que también acabó saliendo de Marsella hacia el exilio vía Lisboa, de la mano de la millonaria Peggy Guggenheim. Tras un tiempo con el grupo surrealista reunido en Nueva York, la pareja marcha a México. Pese a su divorcio Carrington se quedará allí —en el país del surrealismo natural según su protector, André Breton— hasta el fin de sus días. Incluida hoy en el grupo de mujeres artistas surrealistas de Latinoamérica, su pintura está entre las más cotizadas, y sus relatos mantienen la frescura y las sorpresas de textos adobados por un profundo surrealismo.
En su casa de la colonia Roma, acabó rodeada de españoles, incluido el médico que asistió sus partos, José Horna, y su mujer la fotógrafa Katy, más su inseparable compañera en el arte y la vida, la ilustradora y pintora Remedios Varo. También trató a Luis Buñuel que la cita en sus memorias. “Un día, cuando llegamos a casa de un tal Mr. Reiss donde nos reuníamos regularmente, Leonora se levantó de súbito, entró en el baño y se dio una ducha completamente vestida. Después, chorreando, regreso a la sala, se sentó en una butaca y me miro fijamente. 'Eres un hombre apuesto', me dijo en español tomándome del brazo. 'Te pareces enormemente a mi guardián', del psiquiátrico de Santander". El desvío español en su viaje vital marcó para siempre el destino de la última surrealista.

10.8.17

Escritoras locas???? No, sencillamente incomprendidas


Escritoras locas? No, sencillamente, incomprendidas

Un curso desnuda los malentendidos y las relaciones entre literatura femenina y la privación del juicio

¿Estaban locas o simplemente poseían una desbocada creatividad? ¿Necesitaban tratamiento o era una manera de doblegar su disidencia social, política, moral? ¿Eran brujas o, sin más, se empeñaron en transgredir normas que las asfixiaban? ¿Portaban el demonio de la carne o no se plegaban a la seca ñoñería de una sexualidad castrante? En cada una de estas preguntas podemos observar el espíritu de Virginia Woolf, Leonora Carrington, Alejandra Pizarnik, Clarice Lispector… ¿Enfermas mentales o, sencillamente, incomprendidas?
Esa es la razón del curso ¿Una maldición que salva? Escritoras y locura, del 7 al 11 de agosto, impartido en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo (UIMP),de Santander, dirigido por las profesoras de la Autónoma de Madrid Carmen Valcárcel y Elisa Martín Ortega. Más de 120 asistentes en el aula comparten la mirada de expertos y literatos en torno a ese tabú, esa todavía confusa maldición.
Marta Sanz fue una de las primeras en hablar el pasado lunes, 7 de agosto. Con su novela Clavícula (Anagrama) como eje psicosomático y actual. "Se trata de un texto roto porque quiere reflejar la imagen del cuerpo femenino como territorio violentado y pasto de una fragilidad que tiene que ver con el género, con el paso del tiempo, con la percepción de la vulnerabilidad de las personas que quieres y con la precarización de nuestro oficio en particular y del país en general", aseguró Sanz.
Sirve como metáfora de todo un desgarro presente. “De las secuelas que deja en el cuerpo navegar contracorriente y de cómo es muy difícil separarlo de la psique, la química de la fisiología, el espíritu de la economía, sobre todo, en el caso de las mujeres que llevamos sobre la espalda un peso al que a veces no sabemos ponerle nombre", comentó la autora.Santander era el lugar indicado para hablar de casos como el de Leonora Carrington, internada en un psiquiátrico de la ciudad en los años cuarenta. Ahí llegó, en su huida del contexto europeo, atosigada por pesadillas bombeadas por sus amigos y amantes surrealistas, caso de Max Ernst. De ello habló Javier Martín-Domínguez, autor de Leonora Carrington y el juego surrealista, un documental sobre la artista que también se ha proyectado en el curso: "Viene a simbolizar la Historia con mayúscula, esos años que destrozan su mapa de viaje, como el de tantos otros, y especialmente el de los surrealistas parisinos, amenazados por el delirio totalitario", aseguró.

MENOS ESTUDIADAS QUE LOS HOMBRES

Convenía ahondar en el género esta semana en el Palacio de la Magdalena, sede de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en Santander, dentro del curso sobre literatas locas. “Los casos de estas escritoras han sido menos estudiados que los de los hombres en diagnósticos similares”, comentó Javier Expósito, impulsor del encuentro, como responsable de Literatura de la Fundación Banco Santander. Pero son ellas quienes representan con más dramatismo la confusión, esa catarsis del individuo frente a la norma y consiguiente desplome. “La definición de la locura de la que partimos es la de un constructo social, es decir, independientemente de la alteración mental que tuviera (o no) cada una de las autoras, lo relevante es que se las trata de enfermas mentales, algo que incide significativamente en la construcción de su propia identidad, y que las hace escribir acerca de la locura y de su internamiento”, añade Expósito. “Estudiamos sus obras como un medio para conocer de primera mano esta experiencia de los límites, así como los nexos entre la creación y la locura. Aparte de que las obras de estas autoras han sido significativamente menos analizadas, la definición de la locura ha sido históricamente utilizada de forma distinta al ser aplicada a las mujeres”.
Antes fue la histeria, hoy es la ansiedad, la fibromialgia… "el cajón de sastre de las enfermedades mágicas para las que la solución siempre es tardía o ambigua dentro de un relato médico heteropatriarcal", añadió. "De ahí salen nombres de mujeres que se movieron en ese delicado filo y que a veces se cayeron y a veces se hicieron un poco más poderosas —Virginia Woolf, Sylvia Plath, Anne Sexton, Alejandra Pizarnik, Frances Farmer, Janet Frame..."—. También estereotipos literarios como el de la loca del desván, de la psiquiatría darwinista, o relatos excelentes como El despertar, de Kate Chopin; Luella Miller, de Mary Wilkins Freeman, o El empapelado amarillo, de Charlotte Perkins Gilman, propuso la escritora.
Todo ha sido —y, en parte, sigue siendo— un doloroso malentendido. "El concepto de locura ha sido utilizado históricamente de forma distinta en el caso de las mujeres, aplicándolo en ocasiones a aquellas que no cumplían con los imperativos sociales y morales que se consideraban propios de su género", afirma la profesora Elisa Martín Ortega. "La cuestión no es si la escritura femenina es distinta de la masculina. Tratamos de reflexionar acerca de las representaciones literarias (diarios, cartas, memorias, autoficciones) del dolor psíquico y del estigma asociado a los diagnósticos psiquiátricos, independientemente de que existiera o no una enfermedad mental".
Creativamente, para algunas, acabó como cierta ventaja: "Adoptamos una definición de la locura como constructo social, sometido a cambios históricos y culturales. No entramos en si las escritoras padecían o no una enfermedad mental, sino que nos interesa el modo en que transmiten esta experiencia límite y son capaces de crear una nueva identidad a través de la escritura". El título del curso —¿Una maldición que salva?— parte de una frase de Clarice Lispector. "Pretendemos interrogarnos sobre aquellos casos en los que la creación funciona como una forma de reparación y salvación, y otros en los que la artista se precipita en el abismo. ¿Por qué donde unas naufragan otras se ahogan?", se preguntaba Lispector, en palabras de Carmen Valcárcel.

5.8.17

La losa y la pluma: escritoras frente a la locura

La losa y la pluma: escritoras frente a la locura

EL MUNDO


Con la participación de Marta Sanz, Olvido García Valdés o José Sanchis Sinisterra, un curso de verano de la Universidad Menéndez Pelayo reflexiona la próxima semana, a partir de textos autobiográficos y en clave de género, sobre el impacto de la locura (real o impuesta) en la construcción de la identidad de autoras como Leonora Carrington, Sylvia Plath, Alejandra Pizarnik o Virginia Woolf.


FERNANDO DÍAZ DE QUIJANO | 04/08/2017 


El suicidio de Virginia Woolf (interpretada por Nicole Kidman) en la película Las horas, de Stephen Daldry
Se ha contado millones de veces: Virginia Woolf se llenó el abrigo de piedras y se sumergió en el río que pasaba junto a su casa. Sylvia Plath metió la cabeza en el horno y abrió la espita del gas. Dicen ahora los expertos que ambas tenían trastorno bipolar. Alejandra Pizarnik se tragó 50 pastillas de barbitúricos y a ella le adjudican hoy trastorno límite de la personalidad. Puede sonar frívolo o morboso, pero la locura y las tendencias suicidas nos fascinan, especialmente en los casos de personas de excepcional valía literaria o artística, porque sus obras dan testimonio de ese monstruoso universo desconocido para la mayoría.

El surrealista Max Ernst quedó magnetizado por Leonora Carrington, a quien veía como alguien que había logrado traspasar la frontera de la locura y regresar con noticias del otro lado. Antes de emigrar a México, la artista de origen británico fue recluida contra su voluntad en un centro psiquiátrico de Santander, como tantas otras mujeres excepcionales. Muchas sufrían auténticas patologías psiquiátricas. En otros casos, como en el de Carrington, resulta muy complicado poner nombre a la mezcla de angustia e inestabilidad emocional que invadía sus mentes y sus cuerpos, a ese colapso nervioso impulsado por la presión social, las imposiciones familiares o el horror de la guerra.

Otro caso similar fue el de Teresa Wilms Montt, escritora chilena que tuvo una vida llena de sobresaltos. Intentó quitarse la vida por primera vez cuando su esposo consiguió internarla en un convento al descubrir su infidelidad. Acabó consumando su suicidio

Estas experiencias límite de mujeres no han recibido la misma atención que en el caso de los hombres". Elisa Martín Ortega
 algunos años después, por la profunda depresión que le causó reencontrarse con sus hijas en París y perderlas de nuevo al poco tiempo.

Las cinco autoras mencionadas y bastantes más serán objeto de estudio y debate la semana que viene precisamente en Santander, en un curso de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo titulado ¿Una maldición que salva? Escritoras y locura y dirigido por Carmen Valcárcel y Elisa Martín Ortega. El seminario concebido por estas dos profesoras de la Universidad Autónoma de Madrid, que utilizará como material de análisis todo tipo de textos autobiográficos -memorias, cartas, diarios o autoficción- se nutre del proyecto de investigación que ambas llevan a cabo sobre la materia. Se abordará la locura como "una etiqueta externa, impuesta desde fuera", sin considerar relevante si las autoras realmente padecían o no una enfermedad mental, explica Martín Ortega.

"En muchos casos la escritura se convierte en el ámbito de expresión de una imaginación sin límites, un escudo contra la dictadura moral y el conformismo. Nos interesa incidir en expresiones literarias que gravitan en torno al yo y a partir de las cuales sus autoras intentan crear una nueva identidad propia, no definida desde fuera por los parámetros sociales y culturales", señala Valcárcel.

El curso reúne a investigadores, psiquiatras, filólogos y creadores, entre ellos la escritora Marta Sanz, la poeta Olvido García Valdés, la escritora y psicoanalista Lola López Mondéjar, el cineasta Javier Martín-Domínguez (autor del documental Leonora Carrington. El juego surrealista) y el dramaturgo José Sanchis Sinisterra, que clausurará el curso con una dramatización basada en Memorias de Abajo, donde Carrington narró su estancia en el psiquiátrico de Santander.


Leonora Carrington, fotografiada en su juventud

En clave de género

La conexión entre literatura y locura se trató hace tres años en otro curso de verano de la UIMP, en el que participaron escritores como Gustavo Martín GarzoJuan José Millás y Ricardo Menéndez Salmón, pero en este caso se ha apostado por un enfoque de género. "Se ha escrito mucho últimamente sobre creación y locura y se han celebrado muchos cursos en torno a esta cuestión porque es muy interesante, pero este tipo de experiencias límite en mujeres no ha recibido la misma atención que en el caso de los hombres, y el propio concepto de locura tampoco se ha aplicado de la misma forma a ambos géneros", opina Martín Ortega. "Ante un diagnóstico psiquiátrico, el estigma social y la pérdida de autonomía era mayor en las mujeres que en los hombres", señala la codirectora del curso.

Marta Sanz reconoce su fascinación por las figuras de Woolf, Plath y Pizarnik: "Me da la impresión de que sus suicidios, más allá de la patología mental, tienen mucho que ver con la presión y la dificultad de vivir su diferencia -su inteligencia- como desventaja en un contexto patriarcal", opina. La escritora madrileña contribuirá a quitarle a las afecciones mentales ese halo sublime que les otorgó el romanticismo. El punto de partida de su charla será su último y autobiográfico libro Clavícula, una suerte de diario del dolor físico -reflejo de otras dolencias emocionales, públicas y privadas, individuales y colectivas-, que la autora pretende aliviar a través del ejercicio de la escritura. "En este libro confluyen algunos 
Janet Frame iba a ser sometida a una lobotomía que se canceló al recibir un premio literario
de los asuntos que se van a tratar a lo largo del curso: el nudo que se establece entre enfermedad, explotación, peso cultural, creatividad y mujeres".

A Sanz le interesa especialmente "la relación entre el cuerpo y el texto" en la literatura escrita por mujeres. "La literatura como encarnizamiento es una idea terrible y magnífica de Marguerite Duras. Los textos se rompen sintáctica, genérica, lingüísticamente porque esa fractura estilística es una forma ideológica que aspira a reflejar el dolor del cuerpo concreto de una mujer que escribe: una mujer en la que muchas mujeres pueden reconocerse. Y muchos hombres progresistas y sensibles, también", opina.

¿De qué nos salva la literatura?

La pregunta que da título al curso -¿Una maldición que salva?- procede de un verso de Clarice Lispector, una autora que no se suicidó ni tuvo enfermedades mentales reconocidas, pero que indagó insistentemente en el dolor emocional. Al verso se le añade aquí un interrogante porque el curso pone en entredicho esa afirmación. Es cierto que en algunos casos la escritura fue una salvación literal. Las directoras del curso ponen como ejemplo a la escritora neozelandesa Janet Frame, que iba a ser sometida a una lobotomía que se canceló al concedérsele un importante premio literario. En otros casos, la salvación nunca llegó. No llegó para Woolf, no llegó para Plath, no llegó para Pizarnik.

Tampoco llegó la salvación para la escritora y pintora alemana Unica Zürn, que se tiró por la ventana de su apartamento de París; ni para la artista cubana Ana Mendieta, que se quitó la vida de la misma manera, aunque ella no padecía esquizofrenia como la primera. Como recuerda la poeta Olvido García Valdés, las dos creadoras han recibido mucha menos atención mediática y académica que sus parejas, el fotógrafo surrealista Hans Bellmer y el poeta y escultor minimalista Carl Andre.

García Valdés, Premio Nacional de Poesía en 2006, hablará en el curso de Zürn, de Mendieta, de Lispector y de Leopoldo García Panero. La poeta ha incluido a Panero a pesar de ser un hombre porque "es nuestro poeta loco más insigne"y al mismo tiempo tenía "una lucidez extraordinaria para escribir de todos estos asuntos". De hecho, García Valdés editó en los años noventa, junto a Miguel Casado, un libro que recogía todos los artículos del autor sobre literatura, locura y su conexión con otros ámbitos de la existencia, titulado Y la luz no es nuestra, que más tarde reeditó Huerga y Fierro. "Leopoldo María Panero decía que la locura no es una enfermedad, sino el mayor de los aplastamientos sociales, y que los que la padecen no son locos sino enloquecidos, ya que la locura es una reacción normal ante acciones de jaque mate familiar y social", señala García Valdés. Para Valcárcel, en el caso de todas estas escritoras el aplastamiento que conduce a la marginalidad lo provoca una losa triple: el sambenito de la locura, el oficio de la literatura y el hecho de ser mujer.

4.8.17

¿Una maldición que salva? Escritoras y locura.




Estudio de escritos autobiográficos (memorias, cartas, diarios, pero también obras de autoficción) de mujeres de los siglos XX y XXI que hayan sido consideradas "locas" y por tanto tratadas e internadas en centros psiquiátricos/manicomios. La definición de la locura de la que partimos es la de un constructo social, es decir, independientemente de la alteración mental que tuviera (o no) cada una de las autoras, lo relevante es que se las trata de enfermas mentales -lo cual incide significativamente en la construcción de su propia identidad- y que escriben acerca de la locura y de su internamiento. Estudiamos sus obras como un medio para conocer de primera mano esta experiencia de los límites, así como los nexos entre la creación y la locura. Ocupa un lugar privilegiado el análisis del poder de la literatura para salir del encierro que a veces provoca un diagnóstico psiquiátrico y ser capaz de conformar una nueva identidad, ya no definida desde fuera, sino producida por el propio sujeto. Todo ello con una perspectiva de género, ya que hemos observado que las obras de estas autoras han sido significativamente menos estudiadas que las de hombres que han escrito sobre experiencias similares, y también porque la definición de la locura ha sido históricamente utilizada de forma distinta al ser aplicada a las mujeres.
A modo de resumen, podríamos citar una afirmación de una de las autoras, la neozelandesa Janet Frame, que en su autobiografía escribe varias veces: "La escritura me salvó la vida". Ella lo dice en el sentido más literal del término, puesto que iba a ser sometida a una lobotomía que se paralizó tras haber ganado un premio literario. Pero la reflexión a la que da lugar es más amplia y abarca a todas nuestras autoras. Además de Janet Frame, destacan las obras de, entre otras, Sylvia Plath, Leonora Carrington, Teresa Wilms Montt, Alejandra Pizarnik, Alda Merini, Clarice Lispector, Ana Mendieta, Amelia Rosselli o Unica Zürn.
El perfil del alumno al que va dirigido es el de cualquier persona interesada en las humanidades y su relación con la psique humana, incorporando una perspectiva de género y una apertura de disciplinas como la literatura y el arte hacia la psicología y la psiquiatría.
Título: ¿Una maldición que salva? Escritoras y locura.

Directoras: Dra. Carmen Valcárcel y Dra. Elisa Martín Ortega

Secretaria: María África Cruz García
 7-11 de agosto de 2017




DESARROLLO DEL PROGRAMA


TÍTULO: ¿Una maldición que salva? Escritoras y locura.

DIRECTORAS:
Dra. Carmen Valcárcel
Filiación académica o profesional: Profesora titular. Departamento de Filología Española de la Universidad Autónoma de Madrid.
DNI: 51638790-H
Teléfono: 650518917

Dra. Elisa Martín Ortega
Filiación académica o profesional: Contratada Juan de la Cierva. Departamento de Filología Española de la Universidad Autónoma de Madrid
DNI: 71138510-Q
Teléfono: 645091835

SECRETARIA:
María África Cruz García
Filiación académica o profesional: Psicóloga clínica del Servicio de Psiquiatría del Parc Salut Mar (Barcelona)
DNI: 73580891-G
Teléfono: 627300571

FECHA PROPUESTA: 7 al 11 de agosto de 2017

PATROCINIO:
Fundación Banco Santander

LUNES 7 DE AGOSTO


Mañana
9,30-10h: Inauguración del curso

10-11,30h: Lola López Mondéjar
Escritora y psicoanalista

¿De qué nos salva el arte?

12-13,30h: Marta Sanz
Escritora

El texto roto: mujeres y experiencia de la enfermedad




Tarde
15,30-16,30: Eulalia Piñero Gil
Profesora Literatura Norteamericana Universidad Autónoma de Madrid

¿Quién teme a la loca victoriana? Escritura, locura y terapia en la literatura norteamericana de fin de siglo

16,30-17,30: Mesa redonda sobre escritoras y locura con Lola López Mondéjar, Marta Sanz y Eulalia Piñero Gil.

 

MARTES 8 DE AGOSTO


Mañana
9,30-11h: Victoria Cirlot
Catedrática Filología Románica Universidad Pompeu Fabra de Barcelona

Amor, locura, creación y construcción. Los casos de Teresa Wilms Montt y Léona Delcourt (Nadja)

11,30-13,30h: Javier Martín-Domínguez
Cineasta

Leonora Carrington. Contra la hostilidad del conformismo

Incluye la proyección del documental “Leonora Carrington y el juego surrealista” de Javier Martín-Domínguez.

Tarde
15,30-17,30: Mesa redonda sobre surrealismo y locura con Victoria Cirlot y Javier Martín-Domínguez.

 

MIÉRCOLES 9 DE AGOSTO


Mañana
9,30-11h: Olvido García Valdés
Poeta

“Yo no soy nadie. ¿Quién eres tú?” Trabajos de identidad negada: Unica Zürn, Leopoldo María Panero, Clarice Lispector y Ana Mendieta.

11,30-13h: Esperanza López Parada
Poeta y profesora Literatura Hispanoamericana Universidad Complutense de Madrid

Entretejer delirio y escribir desde el otro lado.

Tarde
15,30-17,30h: Mesa redonda sobre la poesía como experiencia de los límites con Olvido García Valdés, Esperanza López Parada y David Fraguas.

JUEVES 10 DE AGOSTO


Mañana
9,30-11: David Fraguas
Psiquiatra Hospital Gregorio Marañón y poeta

La creación literaria en la encrucijada entre la locura, la melancolía y la tragedia.

11,30-13h: Rafael Huertas
Profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas

Locas letras, locas pasiones: escribir en el manicomio, conocer la sinrazón.

Tarde
15,30-16,30h: Mariano Hernández Monsalve
Psiquiatra

Biografía, clínica y creación literaria en Virginia Woolf.

16-17,30h: Mesa redonda sobre las relaciones entre escritura y enfermedad mental con David Fraguas, Rafael Huertas y Mariano Hernández Monsalve.

VIERNES 11 DE AGOSTO


Mañana
9,30-11h: José Sanchis Sinisterra
Dramaturgo

Título por definir

11,30-12,30h: Dramatización de José Sanchis Sinisterra creada para el curso sobre Leonora Carrington.

12,30-13h: Clausura

ALBANIA SALE DEL MISTERIO.